14 de marzo de 2014

Sandrevan Lullaby

Le robas un heterónimo a Pessoa y paseas por una ciudad que abandonaste hace años. Vagabundeas por las calles y descubres que algunos se conforman con abrazos virtuales y caricias desenfocadas. Te topas con uno que te cuenta sin pudor su vida y sus amores, otro que muestra a su hijo en la camilla del hospital y a otra que te habla de sus viajes selectos y de sus triunfos simulados. Podrías llegar a perder la fe en la humanidad cuando observas a un ser que adhiere su teléfono a una barra de metal para poder conseguir un perfecto selfie mostrando la v de victoria o quizá de vendetta. Circulas esquivando a personas que han adquirido la destreza de caminar sin mirar hacia el frente y compruebas apenado como algunos semáforos permanecen en rojo oscuro. En un instante de calma, cuando los vehículos pesados se han alejado, cruzas el paso de peatones todavía en rojo y decides marcharte de la ciudad por la puerta trasera, que es la puerta por donde te vas cuando no quieres que nadie sepa que habías entrado.